Ahora analizaremos el capítulo 2 de
La Riqueza de las Naciones de Adam Smith donde se nos manifiesta que la natural
propensión de los seres humanos a intercambiar voluntariamente una cosa por
otra es la causa germinal de la división del trabajo, ya que el ser humano a
diferencia de los animales decide cuándo, cuánto, dónde y con quien realizar
sus transacciones comerciales.
Cuando las personas no consiguen
obtener lo que desean en los procesos de negociación, son capaces de actuar de
forma rastrera y con adulos. Esto solo sirve en algunos momentos, ya que las
vidas civilizadas caracterizadas de codependencia, en donde para granjearse el
favor de los demás, se apela al egoísmo de la otra parte haciéndole notar los
beneficios que obtendría si realiza una negociación con nosotros.
Este elemento es esencial para
entender la Riqueza de las Naciones de Smith, donde los individuos no apelamos a
las conductas altruistas de las personas, sino a las ventajas que éstos
obtendrían si realizan transacciones con nosotros. A muchos negociadores les va
mal porque olvidan este punto que plantea Smith, ya que buscan solo ganar y
ganar de forma incesante, olvidando que la otra parte debe ser seducida en base
a una asimilación de las ganancias que obtendrían si realizan su respectiva
transacción.
Para que la división del trabajo sea
un proceso exitoso es menester que exista un adecuado desarrollo de las
capacidades para realizar un oficio específico acompañado de la educación que
le permita al joven una cualificación que exige el mercado en el cual cumplirá
sus labores. En países como el nuestro tendemos a olvidar la formación técnica
a nivel de la secundaria, siendo que es allí donde se comenzará a forjar
personas con habilidades diferenciadas que irán desarrollando a lo largo de su
vida.
Por ello es menester, desarrollar
talentos, habilidades, saberes y competencias que se caractericen por la mutua
utilidad para la sociedad en su conjunto. Este viene a ser uno de los principales
desafíos que tenemos como sociedad del siglo XXI en Bolivia.
Jose Antonio Montaño Jordán